07 de Abril de 2025 - 11:45

El factor político en la demolición y venta del Luna Park: ¿aprobará el Papa Francisco la entrega a un empresario amigo de la derecha española?

Diego Finkelstein, dueño de DF Entertainment, firma organizadora del Lollapalooza Argentina, va superando todos los obstáculos para llevar el Luna Park de 8.400 a 13.000 espectadores. El último, en tiempo récord, fue la aprobación de la Comisión Nacional de Monumentos para demolerlo, a contramano del criterio de conservación histórica. Finkelstein vive en Uruguay, con el objetivo de pagarle menos impuestos al Estado Argentino; y a comienzos del 2024 recibió a Isabel Díaz Ayuso, presidente de la Comunidad de Madrid y la figura más promisoria del Partido Popular (PP) de España.

La Sociedad Salesiana de San Juan Bosco y Cáritas administra el Luna Park desde 1982, cuando le fue heredado por sus antiguos dueños, José Lectoure y Ernestina de Lectoure, tíos del histórico promotor de boxeo Juan Carlos “Tito” Lectoure, que siguió ligado al “templo del box” y de los recitales hasta su muerte, en 2002. Pasaron más de 40 años desde el traspaso accionario, y más de 20 desde el fallecimiento del Don King argentino, para que aparezca un comprador y su oferta resulte atractiva.

El Arzobispado de Buenos Aires, dueño del edificio por herencia de “Tito” Lectoure, habría aprobado toda la operación. La duda surge con respecto al OK final desde el Vaticano. La misma depende del Dicasterio del Clero, área del Estado del Vaticano a cargo de este tipo de decisiones. La propuesta de Live Nation-DF Entertainment es realizar una inversión de u$s 34 millones, a cambio de 20 años de concesiones, que serían prorrogables.

La decisión es delicada desde lo institucional, político y económico, con factores que vuelven compleja a la decisión. El Vaticano, más aún en manos del Papa Francisco, no es la Comisión Nacional de Monumentos, dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación, que en tiempo récord y justo el 6 de enero -de este año, con mucha gente de vacaciones- aprobó sin modificaciones el proyecto de demolición del Luna Park, aparentemente con el beneplácito del Arzobispado de Buenos Aires, que poco después aclaró mediante un comunicado que “no habrá demolición”.

“Poderoso caballero es don Dinero”, apunta un miembro de la Iglesia, recordando el famoso poema de Francisco de Quevedo. “Madre, yo al oro me humillo, Él es mi amante y mi amado, Pues de puro enamorado, Anda continuo amarillo. Que pues doblón o sencillo, Hace todo cuanto quiero, Poderoso caballero, Es don Dinero”, recita memorioso. Cuando se le pregunta si la referencia es los miembros de la Comisión Nacional de Monumentos, o a sus compañeros de fe, sonríe pícaro evitando la respuesta verbal.

Una de las pocas notas críticas sobre la rápida, veloz y quizás interesada decisión de la citada comisión fue la de Noticias Argentinas (Escándalo por la aprobación express del proyecto para demoler el Luna Park - Agencia Noticias Argentinas), portal de la agencia cuyo propietario es Marcelo Fígoli, ex socio de Finkelstein. Algunos creen que esa relación nunca se recompuso, y otros que juegan a ser ami-enemigos. Hace una semana, por ejemplo, se los vio al dueño de Radio Rivadavia y al de DF Entertainment en Uruguay, tomando algo muy amistosamente con un dirigente del club San Lorenzo.

 

El Vaticano no es Plaza de Mayo

 

Aunque a nivel nacional Finkelstein tiene todo encaminado, la duda es qué decisión se tomará en Roma, particularmente en el más famoso de sus “barrios”, que conforma un Estado independiente. El negocio es defendido en estos términos: cuando se haga el traspaso, el Arzobispado cobrará un millón de dólares, y otro tanto como canon anual hasta el final de la concesión.

Aquí es donde entran a jugar las conveniencias políticas y económicas. Con el manejo en sus manos, ¿el Arzobispado de Buenos Aires recibe menos de un millón de dólares al año alquilando el predio casi todos los fines de semana? Parece poco probable. Si es así, y los números reales se conocen con el trato cerrado, sería un escándalo mundial perpetrado en el país donde nació el Papa, que tanto esfuerzo hizo para emprolijar las cuentas del Instituto de Obras para la Religión (IOR) y del Banco del Vaticano.

“Un esfuerzo que no se realizó en décadas. Tenía que llegar un salesiano de mocasines gastados, que no alardea ni exhibe “chapitas” (así le llamaba Jorge Mario Bergoglio al oro exhuberante de algunos cardenales), para encarar semejante desafío”, apunta un dirigente argentino de fuerte llegada al Sumo Pontífice. “No lo veo apurado por entregar el Luna Park sin un beneficio económico claro”, agrega.

Por otra parte, también podría jugar en contra el perfil político -aunque poco exhibido- de Diego Finkelstein. Entre fines del 2022 y comienzos del 2023 recibió en su finca de José Ignacio, donde reside habitualmente, a Soledad Díaz Ayuso, presidente de la Comunidad de Madrid y quizás la figura más promisoria del Partido Popular español. Díaz Ayuso y su novio pasaron allí las Fiestas junto a Finkelstein y su novia (parece que ya no está de moda casarse, ni siquiera en la derecha), la modelo Soledad Ainesa.

Más allá del declamado y repetido argumento de la tranquilidad y proximidad al Río de la Plata, playa privada incluida, Finkelstein viviría en Uruguay por el mismo motivo que otros empresarios como Marcos Galperín: pagarle menos impuestos al Estado argentino. Al fin al cabo, tranquilidad y río también pueden encontrarse en Vicente López, Olivos o San Isidro.

 

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