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La dedocracia, el “acomodo”, o los “enchufados” (así le dicen en España) son uno de los males típicos de la Argentina, aunque sus efectos nocivos resultan difíciles de medir. Sin embargo, en algunos casos el concepto viene acompañado de un número. Por ejemplo, a comienzos del 2017, más de un millón de hectáreas resultaron incendiadas en Río, Negro, La Pampa y Buenos Aires; cuando pocos meses antes el ministro de Medio Ambiente –Sergio Bergman- había recomendado “rezar” ante los incendios forestales, en lugar de un plan de prevención o manejo del fuego.

Ese millón de hectáreas podría haber sido menos, en el caso de tener un ministro competente. Sergio Bergman, conocido por todos como “El Rabino” (pues lo es), llegó al cargo sin ninguna experiencia en el tema de Medio Ambiente. A la hora de encontrar explicaciones, se apunta a la buena sintonía que tiene con Eduardo Cohen, un influyente empresario que suele participar de la Gala Anual de Fundaleu (Fundación de Lucha contra la Leucemia), un hito clásico del mundo PRO y la farándula vernácula más cercana al actual Gobierno. Dicen que Cohen fue un generoso aportante de la campaña que llevó a Mauricio Macri a la Presidencia de la Nación, y que el nombramiento de Bergman sería una especie de pago por tanta generosidad.

En una especie de efecto cascada, repitiendo el gesto que tuvo Cohen con él, Bergman posicionó en la Aduana a Andrés Eduardo Oppenheimer, quien tras una década como simple Guarda (un cargo básico dentro de ese organismo) fue ascendido a Jefe de la Sección Despacho y Gestión. Esto fue oficializado en la Disposición 257, publicada el 9 de mayo de 2016 en el Boletín Oficial.

Este fue uno de los meganombramientos de Juan José Gómez Centurión durante su gestión en la Aduana, recordada por el escándalo de la “Mafia de los Contenedores” y premiada con la vicepresidencia del Banco Nación, un cargo poco acorde a su carrera militar.

El ex Guarda y ahora Jefe Eduardo Oppenheimer (DNI 20.910.640) resultó más agradecido con un “jefe” Bergman que con la función asignada. Así, cuando el actual ministro desembarcó en Aeroparque con un flamante televisor LCD desde Chile –originando el mote de Rabino LEDman-, el 6 de septiembre pasada las 21 horas, quien lo ayudó a declarar correctamente esa importación (tras conocerse su foto abrazando al televisor en el aeropuerto de Santiago de Chile) fue Oppenheimer.

El televisor de 55 pulgadas y última generación fue declarado por el ministro con un valor de casi 475 dólares. La TV de esa marca y modelo, consultando una página web de Chile, salgo algo más de 600 dólares. En ese caso, Bergman habría incurrido en una pequeña estafa al Estado, ayudado por su amigo Oppenheimer. Hay quienes dicen que así infringió el artículo 489 del Código Aduanero.

Pero ese es un tema menor para la Aduana. En cambio, un jefe que cobraba horas extras, y que mientras supuestamente las trabaja, en realidad hace de árbitro en partido de rugby, significa una pérdida mayor. No sólo en lo estrictamente económico (horas pagadas y no trabajadas), sino en el ejemplo que da a sus subordinados.

Según distintas fuentes de la Aduana de Aeroparque, ese sería el caso de Oppenheimer, quien es árbitro de la Unión de Rugby de Buenos Aires, y que recibió con mucha alegría al Seleccionado de Rugby de Sudáfrica cuando visitó el país. A pesar de estos hechos, conocidos por cada empleado de la Aduana de Aeroparque, una reciente “limpieza” del titular del organismo –Diego Dávila- no alcanzó a Oppenheimer. Hay quienes creen que de todas formas tiene los días contados; pero también están los que apuestan a la influencia del ministro que en lugar de desempeñar su función pide rezar. Los hechos dirán.