12 de Agosto de 2022 - 16:51

El ajuste es la trampa de la pobreza

Una visión frente al presagio de una eventual devaluación

El problema no lo generó la intempestiva salida de Guzmán, sino la aceleración de la tasa de interés de la política monetaria. Primera se devalúa y luego se suben las tasas. Al revés no funciona”, le decía un avezado y taimado master de economía internacional a Silvina Batakis mientras salía del edificio del FMI.

Los ciclos económicos en Argentina son atípicos y sumamente diferenciados del resto de la economía mundial. Los problemas en la Balanza de Pagos acontecen con alta frecuencia y las devaluaciones están “a la vuelta de la esquina”. Indisciplina fiscal, problemas en la estructura de costos, formación de precios y escasos niveles de productividad son algunos de los factores que explican la recurrencia de episodios de crisis.

El sentido de la política actual se recuesta en la premisa de evitar el “ajuste”, entendiéndose como ese proceso como una reducción en el nivel de la calidad de vida de la población. En ese contexto se han reeditado dicotomías doctrinarias tales como si es más inflacionario financiar déficit a través de la emisión de deuda o de papel moneda; o bien se discute si el valor de la moneda debe estar en consonancia con la productividad generada por la performance de los factores productivos o, en cambio, dejar librada su cotización a la entelequia beligerante del mercado.

Así entonces se concibe que la devaluación per se genera una reducción del Ingreso Per Cápita. Un guarismo que controvertidamente es utilizado por el mainstream para determinar si un país es pobre, de ingresos medios o altos. Asimismo la devaluación provoca una redistribución de recursos con un sesgo bruscamente regresivo. Sin embargo, debiera interpretarse con un criterio holístico el fenómeno por el cual a un segmento de la población se lo considera como pobre o de ingresos medios altos.

El ajuste se hace por la inflación o por el tipo de cambio. En sendos casos el escenario vislumbra la caída del salario real con su pérdida del poder adquisitivo.

 Argentina cuenta con un sólida clase media que habitualmente soporta el ajuste. Una hegemónica clase social que suele hacer ganar o perder las elecciones.  Asimismo cuenta con sectores medios altos dolarizados, deciles de ingresos normalmente que no se afligen tanto frente a los procesos de ajuste. Mientas tanto existen clases bajas que son las que registran menores recursos de “supervivencia” frente a la embestida del establishment y del poder concentrado.

La manipulación de la tasa de interés no produce resultado en la actividad económica en nuestro país. En ese sentido Argentina escapa de los modelos ortodoxos tal como el “Triángulo de Mundell”.  La evidencia empírica así lo ha registrado recientemente durante la gestión de Cambiemos en el BCRA. Se han llevado a cabo sucesivos incrementos y los resultados no fueron proficuos.

La única variable que surtió efecto en la política económica argentina, repasando la historia reciente, ha sido el tipo de cambio nominal.

Así ocurrió con el Plan Austral, el Plan de Convertibilidad y la Crisis de 2001, por citar los últimos ejemplos más cercanos en el tiempo. Tras encontrar un nivel de equilibrio de corto plazo, luego se acomodan el resto de las variables macroeconómicas como ser la tasa de inflación, el crecimiento y los tipos de interés.

Es una trampa aseverar que el ajuste es el germen de la pobreza. En todo caso, la génesis de la pobreza es la ineficaz administración de los recursos llevaba a cabo por la dirigencia política. El ajuste de precios es la consecuencia.

Según comentan economistas que conocen el manual del FMI, el organismo multilateral considera que la devaluación asequible en estos días debiera llevar al dólar a $ 200, aceptando tácitamente una brecha cambiaria del orden del 50%. Esta filosofía estaría en línea con la endeblez del programa de facilidades extendidas que patrocina el organismo. Es decir, se trata de una suerte de supervivencia hasta tanto se definan cambios estructurales, hoy diferidos quizás para una futura Administración.

Claro está que tanto los niveles de inflación al igual que una devaluación son generadores de pobreza e indigencia. Pero hoy día el costo de evitar la devaluación termina siendo más inequitativo y regresivo que una inflación proyectada del orden del 100%. La pauperización de la población acaece por ambos procesos. Barajar la posibilidad de una implementación de tipos de cambios múltiples es un síntoma de que hay un sinnúmero de distorsiones en los precios relativos lo que no arrojaría una solución valedera. El desdoblamiento cambiario pone de manifiesto el nocaut técnico del Gobierno.

Ahora bien si a un proceso de alta inflación y de velocidad de circulación monetaria se le adiciona un salto brusco en el tipo de cambio nominal habrá que ponderar el “pasaje a precios”.  Una veintena de economistas consultados han vertido su opinión de que ese pass through sería del orden del 10 % siendo que el impacto superlativo se generaría en una severa reducción de la velocidad de la circulación monetaria al menos al 50 % de la cual. Ciertamente sería castigado el consumo pero se advertiría un shock genuino de inversión, el que podría morigerar el impacto negativo en los niveles de la producción de equilibrio.

Por Marco Esdras

 

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